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Era la hora de comer, cocinaba mi abuela, ¡que bien olía!. Otros ponían la mesa, otros veían la tele y a mi me gustaba mirarme en el espejo de la entrada. Siempre me han gustado los espejos. Recuerdo veranos en los que tenía que ponerme de puntillas para verme las cejas llenas de salitre y después de algunos años tuve que agacharme. Verano tras vereano me preguntaba delante de ese espejo cómo sería yo de mayor.
Pero ¿cuánto de mayor? Creo que me refería a ahora que voy a cumplir 32.
Y ahora es cuando me gustaría poder volver a mirarme en ese espejo, que quién sabe dónde estará y decirte, niña pálida de ojos grandes y despistados, que perderías muchas de las cosas que había en esa casa, a algunas de las personas también, me gustaría decirte que no sería fácil, que lo que cambia es lo que nos rodea, que tendrás que ser fuerte y frágil a la vez, que no podrás parar de aprender, que el tiempo es juez y verdugo, que el amor no lo salva todo pero casi, que la felicidad se puede tocar, pero el miedo también, y aun así debes permanecer tranquila, porque cuando seas mayor aun tendrás salitre en las cejas y arena en los pies.
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